Malaprensa es una bitácora dedicada a denunciar malas prácticas periodísticas. Podríamos decir que tiene ingredientes de Defensor del Lector, del Curso de Ética Periodística del difunto CQC (ahora iniciando nueva etapa) y, dentro del campo del diseño web, el QuéWeb!, azote de los diseñadores chapuzas.
Fue uno de los primeros en denunciar casos como el marine-muñeco o el falso folleto electoralista en Irak que publicó El País en su portada.
Están en su punto de mira tanto la chapuza periodística como la manipulación, auténticos venenos de la credibilidad de la prensa actual.
Señores periodistas: desempolven los Libros de Estilo, revisen los manuales de Lengua, relean sus textos, documenten sus trabajos, contrasten sus fuentes.
Señores directivos: propicien el producto de calidad, que es el que produce beneficio a largo plazo, y desprecien el pernicioso beneficio a corto plazo basado en la reducción de costes y, por tanto, de calidad.
A ver si sirve de algo y se lo toman con más rigor los responsables de los medios (por propiciadores) y los propios periodistas (por perpretadores en última instancia).
Malaprensa les vigila...
1 comentario:
He estado echando un vistazo a Malaprensa: estupendo para hacerse más consciente del grado de indefensión en el que nos encontramos ante la información que obtenemos de lo que sucede en el mundo, y no sólo por parte de la prensa escrita, en la que el formato y la extensión de las noticias permiten, a quien tenga ganas y tiempo, un análisis concienzudo de los contenidos, sino también por parte de informativos radiados y televisados, en los que la mayoría de las veces se nos ofrece solamente un titular impactante que se nos queda grabado en la memoria sin más datos, y sin tiempo (otra vez) ni predisposición para reflexionar sobre el mismo.
La opción es descorazonadora: no creerse nada de lo que nos digan, mantener una actitud recelosa ante cualquier noticia, poner absolutamente todo en duda; y esto puede ser un excelente ejercicio crítico pero nos llevaría a un excepticismo profundo e irreversible que podría desembocar en una pasividad peligrosa ¿no crees?.
Estoy pensando en algo que se decía en el mundo feliz de Huxley: 64.200 repeticiones hacen una verdad. Nuestro mundo tal vez esté hecho de 64.200 repeticiones.
Ana
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