lunes, noviembre 29, 2004

UMTS. Telepantallas de bolsillo

La telepantalla recibía y transmitía simultáneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston superior a un susurro, era captado por el aparato. Además, mientras permaneciera dentro del radio de visión de la placa de metal, podía ser visto a la vez que oído. Por supuesto, no había manera de saber si le contemplaban a uno en un momento dado. Lo único posible era figurarse la frecuencia y el plan que empleaba la Policía del Pensamiento para controlar un hilo privado. Incluso se concebía que los vigilaran a todos a la vez. Pero, desde luego, podían intervenir su línea de usted cada vez que se les antojara. Tenía usted que vivir —y en esto el hábito se convertía en un instinto— con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados
1984. Cap. I.
Orwell no fue capaz de imaginar que medio siglo después de escribir 1984 las telepantallas que controlaban a todo el mundo todo el tiempo podrían llevarse incluso en el bolsillo.

Leo en Atalaya, a través de Jabalí, una curiosa nota titulada ¿Dónde está la zona croma?. En ella se comentan algunas de las posibilidades que ofrece la tecnología de telefonía móvil UMTS, en este caso en relación a la pérdida de intimidad de las personas.

Al principio de la telefonía móvil parecía fantástico poder estar comunicado en cualquier lugar y a cualquier hora. Pero aquello también nos mostró la parte negativa, pues no siempre deseamos estar localizables, y tampoco podemos apagar el teléfono sin dar más explicaciones.

En breve será común que los teléfonos móviles incluyan de forma generalizada la videollamada. No resulta descabellado que se produzca lo que se comenta en el artículo de Atalaya, que se comercialicen los fondos para la videollamada, cosa especialmente útil cuando se recibe una llamada y uno no está donde se supone que debería estar, e incluso que en los locales de moda exista una "zona croma" donde poder insertar el fondo que nos interese cuando recibamos una videollamada poco oportuna.

¿Quién es esa que está ahí detrás?
¿Qué es eso que se ve ahí detrás? ¿No estabas con un cliente?

Una nueva vuelta de tuerca de la tecnología en detrimento de la intimidad. No es necesario que sea el Gran Hermano de turno el que trate de espiarnos. Simplemente la incomodidad de tener que estar "presentable" cuando llegue la dichosa llamada ya es suficiente molestia.

La tecnología suele tener dos caras, y en ocasiones, sobre todo cuando no se emplea bien, se vuelve en contra de su creador y le muerde la mano que le da de comer.

1 comentario:

JJ Merelo dijo...

Y para el caso, hasta que se comercialicen agentes... o filtros a lo CSI para detectar donde se encuentra "de verdad" el que te llama.