viernes, mayo 14, 2004

Lula se pone nervioso




Yo era pesimista respecto a Lula cuando llegó al poder. Brasil estaba demasiado mal como para que la reforma que pretendía Lula fuera posible. Además, dejaba claro desde el principio que sus objetivos eran acabar con la injusticia y volcarse con los pobres. Y eso implicaba eliminar o restringir los privilegios de los más poderosos, desde los grandes latifundistas, en muchos casos aún practicantes de esclavismo puro y duro, hasta los funcionarios, una clase media acomodada no dispuesta a renunciar a sus privilegios.

Efectivamente, le está resultando duro. Sin dinero y sin el apoyo de los poderosos (vamos, los que tienen el poco dinero que hay) poco se puede hacer.

El tipo de política que pretende Lula tampoco gusta en ciertos sectores que manejan el cotarro en el resto del mundo, como se entrevió en sus fugaces presencias en Porto Alegre y Davos.

La expulsión del país del periodista que escribió un artículo en el New York Times, en el que se le tilda de borracho e irresponsable en su gestión por culpa del alcohol, es un síntoma de que sus ideas no gustan a los poderosos del planeta y también de que empieza a ponerse nervioso.

No parece coherente la reacción de expulsar a un periodista por muy disparatado que sea lo que éste escriba. Ese tipo de hechos son los que marcan las diferencias entre una democracia, una república bananera y una democracia mediopensionista.

Tal vez la intención de aquel artículo era precisamente desprestigiar a Lula, pero no ya con el texto en sí, cuasi anecdótico, sino poniendo un cebo para propiciar una reacción de este tipo. Lula está nervioso, mordió el anzuelo. O... tal vez, simplemente, somos como Jekyll y su Hyde, y todos llevamos un Gran Hermano dentro.

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