Hace 15 años, ante un horror como el del 11-M, el PP habría ganado las elecciones. El motivo: no existían los teléfonos móviles, el SMS y, sobre todo, Internet.
Se me hizo duro convencerme de la ausencia de buena fe del gobierno en su política informativa con los atentados del 11-M. Desgraciadamente, las evidencias cada vez apuntan más a un intento de ocultar y manipular la información por parte del gobierno que a lo contrario.
No me atrevo a pronunciarme sobre si la primera vez que Acebes compareció ante los medios, diciendo sin rubor alguno que la autoría de los atentados era de ETA, mintiera intencionadamente, pero sí me aventuro a decir que, a partir de ese momento lo hizo o, cuando menos, intentó ocultar información.
La teoría en Génova parece clara: a primera hora del jueves ya había muchos indicios que apuntaban más a terrorismo
Sin embargo, en Génova no contaron con que la sociedad está adormecida pero no muerta. El tremendo impacto del jueves conmocionó a toda España y el resto del mundo.
Periodísticamente hablando, el '¿quién?' sigue siendo, tras el '¿qué?', la segunda 'w' más importante, y no por casualidad, sino porque lo es para la gente.
El gobierno presionó a los medios para que dieran una lección de patriotismo a lo EEUU el 11-S, pero los ciudadanos querían saber el '¿quién?'.
Mientras los grandes medios de comunicación españoles acataban la versión oficial, el resto del mundo no se estaba quieto. Los periódicos digitales extranjeros sí se preguntaron por el 'quién' y, desde primeras horas de la tarde del jueves, ya apuntaban a la posibilidad del terrorismo
La sensación que tuve en aquellos momentos debió ser similar a la que, hace ya 30 años, tendrían algunos de nuestros mayores sintonizando Radio París para enterarse de lo que ocurría en la oprimida España franquista. Le Monde, The Times, The Washington Post… mencionaban a Al Qaeda. Sólo unas horas más tarde, haciendo de ariete informativo nacional, la cadena SER apuntaba esa posibilidad; el resto de medios actualiza entonces sus páginas y el ministro, abrumado por la evidencia, se ve obligado a empezar a abrir nuevas posibilidades y nuevas informaciones, pero siempre después de que esas supuestas nuevas informaciones fueran conocidas por los medios de comunicación, y siempre restando valor a esa posibilidad, apuntando aún hacia ETA.
El viernes la situación informativa del ministro y los medios públicos era casi insostenible. En las manifestaciones de la tarde se mezclaban las pancartas y gritos contra ETA con las que reclamaban información veraz.
El sábado terminó todo. Mientras los medios de comunicación estatales se aferraban al clavo ardiendo de ETA, los teléfonos móviles, los weblogs y los foros de Internet echaban chispas. La vertiginosa movilización y concentración espontánea en C/ Génova (El gobierno acusaba al PSOE de la convocatoria) fue el síntoma de que el intento de opacidad informativa había fracasado y, no sólo no había conseguido su objetivo, sino que consiguió un efecto boomerang que se volvió en contra del gobierno.
El 'Gran Hermano' sólo tenía que controlar la información 60 horas, pero la contrainformación funcionó con rapidez.
El gobierno había mostrado, durante toda su gestión, desprecio a Internet. Infravalorar la capacidad comunicativa que permiten las tecnologías les costó el sillón.
Muchas gotas colmaron muchos vasos. La gente se echó a la calle… y a las urnas.
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